(31) Etapa trigesimoprimera: ARCA – SANTIAGO DE COMPOSTELA (Camino Francés a Santiago)

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Muy próximos a nuestra meta, el Camino llega al Monte do Gozo, tras dejar atrás las numerosas aldeas dispersas entre bosques de eucapliptos y el aeropuerto de Labacolla, y surgen ante nosotros las torres de la Catedral.

‘Guía práctica del peregrino’

JOSE MARÍA ANGUITA JAÉN

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Desde el albergue de Arca do Pino se retrocede 200 m y se cruza la carretera N-547, para pasar por Burgo, Arca (Pedrouzo) y San Antón. En Amenal (km 15), se atraviesa un puente y la carretera, y se continúa a través de la vegetación hasta Cimadevila, desde donde se asciende por un camino forestal rodeando el aeropuerto de Labacolla. En el mojón del km 12 aparece la carretera N-544, junto a la que se desciende hasta pasar un arroyo y poco después se atraviesa hacia  la derecha para tomar el desvío a San Paio. Al salir de esta población se inicia un camino que cruza una carretera y con el que se entra en Labacolla. Se baja hacia el río Labacolla, y una vez pasado, se salva de nuevo la N-534. Y se comienza a ascender por pista asfaltada, pasando por Villamaior y, más adelante, junto a los estudios de la Televisión de Galicia y la TVE, y una fábrica de maderas. Tras la aldea de San Marcos, asentada en el mismo Monte do Gozo, y junto a la capilla de San Marcos (y al monumento que conmemora la visita de Juan Pablo II), por fin se divisa la deseada meta de Santiago de Compostela.

Un ligero descenso lleva a las inmensas instalaciones habilitadas para la acogida de peregrinos y se continúa por la Rúa do Gozo. Junto a la carretera N-544 se pasa por un puente la autovía A-9, la corriente del río Sar y la vía férrea. Ya en Santiago de Compostela, entrando por el barrio de San Lázaro, se pasa junto a su capilla, prosiguiendo por el polígono de Fontiña, el barrio dos Concheiros, y la Rúa de San Pedro. Desde la Porta do Camiño se toma la Rúa das Casas Reais y das Animas para alcanzar la plaza de Cervantes. La Rúa de Azabachería y la Vía Sacra conducen a la Catedral de Santiago.

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EXPERIENCIAS PEREGRINAS

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01.04.04. Jueves. PedrouzoSantiago (915):
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Alfonso Biescas

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Ha llovido mucho toda la noche, pero la mañana prentaba algo de azul, alguna esperanza de buen día. Pero en estos últimos kilómetros me puede caer lo que quiera. Son muchos días, semanas, aguantando lo que me echen como que ahora me rinda el mal tiempo o cualquier otra dificultad. Me encuentro cámaras de la televisión gallega en los bosques haciendo tomas de los peregrinos. No preguntan, nos dejan caminar en recogimiento, con la alegría interior de llegar, de estar a un paso de alcanzar nuestro pequeño sueño. Las nubes se han ido formando, un gélido viento ha empezado a azotar las ramas y mis orejas. El sabañón me duele pero nada me parará ya. Comienza a llover, fuerte, con rabia. Santiago nos pone la última prueba. Si esto sigue así sólo van a llegar los del mismo centro de Bilbao. Un tremendo rugido me sobrecoge. Un avión pasa sobre mi, bajísimo, al pasar por la cabecera del aeropuerto de Lavacolla. Todo es desapacible y desagradable, pero la paz está en nosotros. Y el paso se acelera sin querer. Es la ilusión por llegar, por abrazar a Santiago. No sé si es lluvia o lágrimas lo que tengo en la cara cuando veo las torres de la Catedral desde el Monte do Gozo, horrible lugar donde los haya.

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Compostela

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Extático, camino bajo una persistente lluvia. Los truenos resuenan en el valle, los rayos iluminan la oscura mañana. El granizo comienza a caer, fuerte, duro, gordo. Me machaca las orejas. Una ya no la siento. Sin gafas veo mal, pero la alegría me dirige hacia mi meta. El Camino está blanco, el hielo ha cuajado y me recuerda mi salida de Roncesvalles cuatro semanas atrás. Cuántos días para llegar aquí. Cómo ha merecido la pena. Como un maratoniano que ve la meta después de tanto esfuerzo alcanzo yo la Puerta do Camiño. Un semaforo en rojo y alguien que me lo indica, detienen mi impetu y me serenan. Llego a la parte histórica de la ciudad y todo está en calma, como en mí. Es la hora de comer, he calculado bien, voy a llegar en el mejor momento, sin nadie ante Santiago, solo Él y yo, mano a mano, a escuchar lo que ha de decirme.

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Plaza del Obradoiro

* Plaza del Obradoiro

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Plaza Cervantes, Rua Xelmirez, Quintana, la Catedral al fín. Es Año Santo y la Puerta Santa está abierta, pero me voy al Obradoiro y subo las escaleras.

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Puerta Santa

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Entro por el Pórtico de la Gloria.

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Portico de la Gloria

*enlace: Camino Mágico

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Tengo el corazón en un puño, como otros miles de peregrinos que han pasado antes por este trance. Las lagrimas, que esta vez no son gotas de lluvia, se desbordan de mis ojos. Entro y no puedo avanzar mucho. Me quedo clavado antes de llegar a los bancos.

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Botafumeiro

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Y escucho.
Escucho a Santiago, a mi corazón, a un mundo recogido en un instante solemne y glorioso.
El órgano comienza a sonar y el alma se me va.
Permanezco mucho tiempo así, encogido, recogido en mí.
Una luz ante mis ojos, un flash de unos turistas haciendose fotos me devuelve a la realidad. Me levanto y le doy un abrazo a Santiago. Le han quitado la capa de metal y cristales y parece más humano, menos frío. Bajo a la cripta y no puedo evitar que la emoción me sobrecoja de nuevo.

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Poco a poco vuelvo en mí y dando una pequeña vuelta por esta extraordinaria Catedral salgo por la Puerta Santa a la Luz del día. Me acerco a la oficina del peregrino en donde me conceden la Compostela «Pietatis Causa/Vicarie Pro» He de hacer uso del pañuelo, digo que ando con catarro.
Y salgo a la calle, a la luz de mi meta.

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Rua de Santiago

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Epílogo:

Ya en Santiago, me encuentro con una peregrina alemana a la que un día curé sus pies. Estaba contenta de haber llegado, feliz como todo peregrino que abraza finalmente al Santo. Me dice que tiene un regalo para mí. Sin decir palabra, muy lentamente, saca de su bolsillo una piedra y me la entrega. Y me da un beso antes de irse en silencio.
Y cuando las lágrimas llegan a mis ojos, comprendo la última lección que este Camino me había de enseñar.

Buen Camino a todos.

Diario de ALFONSO BIESCAS, Marzo/ 04

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3.

Diario de mirada de agua

22 octubre 2005

Hace un año

Es seguro que hoy se cumplen millones y millones de aniversarios, tantos como recuerdos hay en el mundo.
Hace un año, despertaba de un sueño muy reparador en una litera del Seminario Mayor de Santiago de Compostela, en una gran sala dormíamos peregrinos que acabábamos de llegar al centro de nuestro reto, de nuestra promesa, de nuestra prueba de amor
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cielo y catedral

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Al abrir mis ojos me encontré con una estampa preciosa, amanecía y el sol iluminaba las piedras de cantería de la Catedral, el cielo entre grises y azules claros que querían abrirse paso. Cantería, pizarra, musgo, árboles y los pájaros despertando al día. Amarillos, grises, verdes, blancos, azules y negros, colores que me recordaron de que formaba parte. Sentí una alegría inicial por la belleza que presenciaba y en un espacio corto de tiempo llegó una sensación de pena, una pena llena de mezclas distintas provocadas por varias circunstancias. Momentos de despedida, momentos de reencuentros, momentos de vacío por no saber en qué dirección caminar, había llegado a Santiago.. ¿y ahora qué?. Satisfacción personal, vivencias increiblemente llenas en amor, belleza y sacrificio.
Hoy hace un año, gracias
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– Diario de Guadalupe, MIRADA DE AGUA

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4.

Ignacio con las camellas en la plaza del Obradoiro

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… y que bonito es todo cuando ella se lava el pelo, pero amanece y si subes la cuesta a la ermita de San Marcos es que ya has bordeado el aeropuerto de Lavacolla y ya hueles la Puerta Santa: cuando acaba la cuesta a la derecha de la ermita de San Marcos se adivinan entre nieblas raras las agujas de la catedral y lloras, es ahí, pero hoy no llegas a misa y paras y duermes en el monte del gozo donde las peregrinas bailaban descalzas en un barracón con música y…

… todos éramos tan solo peregrinos acreditados, de nueva Zelanda y Australia, Norteamericanas y Rusa, Maoríes y Hawaianas, Españoles y Brasileños, bailábamos nunca sabremos porqué, aunque lo intuí al subir la cuesta después de Santo Domingo de La Calzada cuando salía el sol y como una epifanía las mujeres empezaron a coger las flores del camino y ponérselas en el pelo: es la mayor exquisitez y elegancia que he podido ver en mi vida, que momento más impresionante, que guapas estaban todas con las flores del camino en el pelo, que fresca mañana porque Nájera es fría…

y Thomas se volvió en Burgos y me invadió la tristeza; Claudia debió quedarse, al no soportar su frágil tobillo roto y el rigor del camino no me dejó quedarme con ella unos días aunque ella lo deseaba (y yo también) pero eres camino como una parte del paisaje, como los insectos o las piedras, como el pedrisco o el barro, no eres nadie y eres parte del paisaje y nunca eres tan feliz que cuando ya has olvidado hasta tu nombre sigues caminando y eres una gorra y un garrote tan sólo un peregrino, que llegando a Astorga los turistas los llevan en autobuses a vernos pasar y nos hacen fotos; y calas la gorra y pasas, y no es una pose simplemente sabes que…

… no eres más que una parte del paisaje asentado en la tierra más que los elementos geológicos: el camino lo hacen los peregrinos, que están ahí desde siempre y siempre estarán ahí y son tan del paisaje como las catedrales y las ermitas, y tu no eres tu que no eres nadie que solo eres peregrino que tu patria es el camino y anda que andarás que nunca llegarás y a veces ríes y a veces lloras, unos días llueve y otros días hace sol, y te hundes y te levantas y te exaltas y te deprimes y sabes quien eres: acabas sabiéndolo por una ecuación compleja compuesta de kilómetros recorridos bares pasados que nunca volverás iglesias sol y esfuerzo y placer de hacerlo y una canción en un bar que te trae una novia que nunca debiste dejar y una que nunca debiste conocer un amor que nunca reconociste un error que te ocultabas, y oyes las canciones y repasas los libros que leíste y ya sabes porqué hasta el ultimo momento de tu vida lo has repasado en su esencia sin pasión y comprendiéndolo y entiendes que el conocimiento no es científico sino de uno mismo y comprendes que la Santa Compaña existe y te acompañan los muertos un trozo de tu camino y sabes que no estás solo y que van contigo porque nunca te dejaron, y los entierras ya adecuadamente y te liberas…

…. pero aparece un recuerdo de algo que no hiciste y quizá debías haber hecho pero sabes que nada tiene importancia porque no eres nadie solo eres un peregrino que arrastra una pierna, se toma medio litro de coñac en un bar frente al palacio de congresos de Santiago a solas porque tiene miedo de acabar, porque el dolor es muy agudo pero no quieres acabar, porque bajas las escaleras de la plaza de la Quintana…

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Puerta Santa

*enlace: A Santiago en Monumentos

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y entras por la Puerta Santa demasiado rápido te ves tras el apóstol y le dices: jefe soy yo. Vuelvo a casa, vuelvo al camino, y sólo tú sabes porque lloras, solo los peregrinos nos reconocemos por el color el aspecto y el placer y el desconcierto: mañana no hay nada que caminar

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Relicario

*enlace: Camino Mágico

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¿Qué haremos ahora? ¿en qué consistía la vida? Que se hace, que se vive ahora, donde está la realidad, sentado en las escaleras de la puerta de platerías a las siete treinta y pero aun no las ocho el sonido de un arpa inundaba ese amanecer en Santiago de un peregrino ya cumplimentado ante el apóstol, un arpa llenaba todo y apenas pasaba nadie porque aun era muy temprano y ese momento esa escalera y esa calle, y decides que bueno habrá que comer algo y entras a la cafetería y la casa Rusia te espera sin haber quedado pero los dos sabemos que nos espera y qué nos espera y entonces comes algo como si fueras normal aunque en esa ciudad no estorban peregrinos zarrapastrosos y sosegados y sales y vuelves a la catedral y los japoneses te hacen fotos, e intentas disimular como si fueras un turista pero se te nota, de largo se nota quien ha peregrinado y quien es un turista, pero te plantas siempre y no sabes como de alguna manera cerca del Apóstol, en la plaza la Quintana o alrededor, nunca te alejas, era el objetivo, y lo has cumplido aunque sabes que ni era el objetivo ni has cumplido nada; ahí está la Puerta Santa y los turistas disfrazados diciendo que son peregrinos con horas de autobús hacen cola creyéndose iguales a los peregrinos que hemos caminado desde Roncesvalles a Santiago desde el siglo nueve hasta el futuro y hemos cruzado la puerta santa sabiéndolo
Que es paz y es piedra
El fin del camino.
Un gesto adusto, un andar tranquilo
Un no saber que hacer e intentar encontrar otra vez el camino para poder seguir pero las moraduras se fueron y el tobillo duele ahora como jamás lo había hecho y la realidad te espera si es que existe y vienes y vas y es deplorable, lamentable, execrable pero sabes que aunque caiga granizo llueva o haga sol hay que seguir andando hasta el final que entonarás nunc dimittis cuando corresponda y nada más, y sigue la vida y el camino es tu lugar en tu cabeza al que siempre retornas y te encomiendas
Como una oración.

– Escrito en la bitácora de IGNACIO TOMÁS

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Juanjo Alonso Escalona logo de su diario

LavacollaSantiago de Compostela

Me duché y bajé a desayunar. Allí estaba el matrimonio inglés, que se despidió hasta Santiago. Ellos ya habían desayunado y se les veía felices. Entraron otros peregrinos, que me preguntaron si el bar estaba abierto; por supuesto que sí, les dije. Ellos pensaban que sólo servían desayunos a los huéspedes del Hostal.
Pedí la nota y subí a recoger mi equipaje
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Con mi marchamo de peregrino superé nuevamente la escalera del Cementerio para ir por el lateral en busca del inicio del Camino. Por detrás de una casa, salvé el regato de Lavacolla, lugar en donde los peregrinos se lavaban de pies a cabeza e inicié la subida al Monte del Gozo. Al ser todavía temprano, iba sólo en la ascensión, soledad que me permitió entablar el diálogo amistoso de cada día con mi buen Dios. El Camino es muy estrecho y cerca de la ermita de San Roque, tuve que meterme en el umbral de una casa para dejar paso al camión de la leche; este pasó a menos de veinte centímetros de las casas. En unos tres cuartos de hora coroné la cima (368 m) de Montjoy, Monxoi o Colina de San Marcos, que todos estos nombres tiene.

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Monumento del Monte do Gozo

*enlace: A Santiago en imágenes

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El arzobispo Gelmírez mandó construir en lo alto de este monte una capilla, dedicada a la Santa Cruz, a la que se iba en peregrinación desde Santiago. Hoy existe una ermita de San Marcos. Antes de llegar, por las instalaciones de TVE y en dirección hacia mí, vi que dos peregrinos se acercaban; uno de ellos era Luigi. Iban a los Estudios para que le hicieran una entrevista. Quedamos en vernos en Santiago. Crucé el poblado de San Marcos y subí al monumento, erigido con ocasión de la visita de su Santidad, Juan Pablo II en agosto de 1989.

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Edicificios de acogida

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Después comencé el descenso; a mi izquierda quedaban los edificios de acogida a los peregrinos, el equivalente a los Albergues, pero de enormes dimensiones. Ya casi entrando en la Ciudad, el Camino baja hasta el pavimento de sus calles a través de unas escaleras.

A partir de allí, empecé a notar una especie de nostalgia, mezclada con ansiedad. Era como si el final del Camino enfriara mi ánimo ante la ausencia de nuevas etapas; algo así como si, una vez ante el Apóstol, se fueran a terminar mis ilusiones y proyectos.


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Santiago a la vista

*enlace: A Santiago en imágenes

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Quizás, una vez conseguido mi propósito, la superficialidad de la vida y la rutina del trabajo borrarían de mi alma todas las vivencias y objetivos espirituales, logrados en el esfuerzo diario de mi caminar. Por otra parte, el vivo deseo de alcanzar la meta, unido a la angustia de que me faltaría tiempo para subir a dar el abrazo al Santo, adquirir la Compostela, asistir a la Misa del Peregrino, etc., me inquietaban y mermaban la alegría ante la proximidad de mi llegada a la meta. No me cabe la menor duda de que era una tentación del enemigo, que ya veía próxima su derrota.

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Según avanzaba por la Avenida de Concheiros, la rúa de San Pedro, me sentía sólo, como un ser extraño en aquel mundo que me rodeaba. Mis ilusiones y proyectos los tenía puestos en otra dimensión.

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Con estos pensamientos andaba cuando de pronto encaré la Puerta del Camino. Por primera vez vi asomarse las torres de la Catedral. Podía haberlas visto desde la carretera en lo alto del Monte del Gozo, pero la niebla lo impidió.

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Crucero de la plaza franc�gena

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La Porta Francígena, que así también la llaman. Aquí me sentí seguro y comenzó a vibrar mi alma de alegría. El elegante crucero de Bonaval, conmemorativo del peregrino, en cuya ayuda acudió la Virgen dándole una muerte súbita, sin tener que pasar por la horca a la que fue condenado. La calle de Las Casas Reales, la calle de la Azabachería, la Vía Sacra y por fin la Plaza de La Quintana, frente a la Puerta Santa.

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oficina del peregrino

*enlace: Primi

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Eran las 10,30 de la mañana, y preferí dirigirme primero a la Oficina de Acogida del Peregrino. Había una gran cola para la formalización de la Compostela. Dejé mi mochila, bordón y sombrero a la entrada y en la escalera esperé mi turno durante una hora. Hechas las oportunas anotaciones, sellado y firmas, me la entregaron. Cuando me levanté para salir de la oficina apenas podía pronunciar palabra; todo yo estaba embargado por la emoción. A mi derecha encontré a Franca, quien, también emocionada, quiso acompañarme a dar el abrazo al Santo.

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Puerta de Plater�as

*enlace: impactantes imágenes de la Catedral

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Entré por la puerta de Platerías y me dirigí derecho a la Sacristía. Allí me saludó con mucho afecto el encargado del Botafumeiro.

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Abrazo de Primi al Santo

*enlace: Primi dándole un abrazo al Santo

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Me pidió que, después de Misa, volviera porque quería conocer cómo me había ido todo. Al suceder todo esto, tan inesperado y rápido, perdí de vista a Franca, que con tanta ilusión quiso acompañarme. Lo malo es que ya no la volví a ver más. No tengo palabras para expresar lo sentido en el momento de abrazar la imagen del Apóstol.

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Interior de la Catedral

*enlace: A Santiago en Monumentos

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Eché mi limosna penitencial y la de dos gemelas de Madrid, que me hicieron esa encomienda. De nuevo en la Sacristía, pasé a un cuarto oscuro en el que me cambié de camisa y dejé toda mi impedimenta.

Muchas veces he asistido a la Misa del Peregrino, pero esta vez sentí la caricia de Dios tan cerca y perceptible sobre mi alma y cuerpo que creí desfallecer; es más, pienso que perdí el sentido por unos momentos.

Me confesé para ganar las indulgencias, que no el Jubileo, como muy bien me aclaró el confesor. Entré en la Capilla del Santísimo, que estaba solemnemente expuesto y caí de rodillas de suerte que volvieron a abrirse las heridas de mi pierna y sentí un agudo dolor; aproveché para ofrecerlo junto con los sacrificios de la Peregrinación. Allí di gracias a Dios por su infinita Misericordia y Amor. Pedí por todos, creo que no dejé de pedir por ninguno de mis familiares, amigos y enemigos. Por la Asociación de Peregrinos de la Iglesia, por el Papa, por la Iglesia, por los sacerdotes, por las vocaciones religiosas y sacerdotales.

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Antes de comer busqué dónde hospedarme, ya que mi intención era regresar a Madrid al día siguiente. En la Plaza del Obradoiro me encontré con Enrique, el presidente de Amigos del Camino en la Rioja. Me había estado buscando, porque mi amigo el peregrino había tenido que marcharse y le había dejado el recado de que me buscara y me diera una nota escrita en dos pequeños trozos de papel. Con respeto y emoción la leí: Siento no poder decirte Zorionak; has hecho el Camino en solitario, quizás lo más duro ha sido tu soledad. Pero piensa que esa soledad, te acercará a Mercedes, […] a todos los que te quieren, que serán muchos; a mí también me conquistaste una parte de mi corazón. Que el Santo te bendiga, te de paz y felicidad. ¡Ezkarrikasko! Tu compañero de peregrinación.

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¡Muchas gracias, compañero!; en ningún momento me he atrevido a llamarte por tu nombre, porque nuestro encuentro tuvo tanto de providencial, que sólo Dios, tú y yo lo conocemos, y sólo ha de servir para darle gracias y ofrecerle nuestras vidas en correspondencia por su Amor.

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Santiago

*enlace: Monasterio e Iglesia de San Martiño Pinario (Pl.de la Immacula, 5, justo al lado de la del Obradoiro):

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Encontré alojamiento en el Hostal de San Francisco. Después de asearme y, con esa sensación de misión cumplida, volví a la calle. Paseé, tranquilo, sin prisas, nadie me esperaba; además, mi visita turística carecía de interés, ya que todo lo monumental y típico de Santiago, en repetidas ocasiones lo había visitado sólo y con mis amigos.

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Rúa de Villar

*Web: Arte Medieval

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En la Rúa de Villar me senté en una terraza y tomé un plato combinado. Por la tarde volví al Hostal a descansar, leer y recopilar las notas de mi Camino. A las cinco de la tarde fui a hacer un buen rato de oración a la Catedral. Al salir a la Plaza los gritos de ¡abuelo!, ¡abuelo peregrino! me llenaron de alegría. Ahí estaban mis nietas. Todas, en grupo, alegres y felices, llenando de juventud las Rúas y las Plazas de Santiago.

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Charlamos un rato y luego se fueron para estudiar cómo volver a sus casas. Perece que lo harían en tren.
Yo les dije que lo más seguro era que regresara en avión, aprovechando el descuento de Iberia. Ahora me disponía a hacer la gestión. Me dirigí a una oficina de Viajes. Me atendió una señorita amabilísima, que me cerró el vuelo IB-559 para el sábado 23 a las 20,55 h en las condiciones pactadas para peregrinos, que acrediten la Compostela. A continuación, busqué una cabina para comunicárselo a mis hijos. En el Hostal se había hospedado, también, una de las parejas de jóvenes peregrinos con los que coincidí en varios tramos del Camino; se alegraron mucho de verme y de que hubiéramos coincidido incluso en la elección del Hostal. Ellos estaban encantados
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Catedral de Santiago de Compostela a la noche

*enlace: A Santiago en imágenes

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Yo les dije que ya lo conocía de otras ocasiones. Nos despedimos por si al día siguiente no tuviéramos la ocasión de hacerlo. En mi habitación, traté de reunir todas las vivencias de estos días. Eran muchas, demasiadas… y el cansancio, unido al relajamiento propio del término de un proyecto, me sumieron en un profundo sueño.

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Sábado 23 de agosto: SantiagoMadrid

A las diez de la mañana fui a desayunar, donde solía hacerlo siempre. Sentía una gran nostalgia y este día, a pesar de haber amanecido luminoso y alegre, iba a ser muy largo hasta la hora de coger el avión. Dejé mi equipaje en el Hostal y liquidé mi cuenta.

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Misa del Peregrino

*enlace: Camino Mágico

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Mi primera visita fue a la Catedral y allí me quedé ante el Apóstol en oración y en un buen puesto para la celebración de la Misa del Peregrino. Subí de nuevo a dar un abrazo al Señor Santiago; bajé a la cripta y oré frente a su tumba. No sabía salir del Templo.

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Botafumeiro

*enlace: Camino Mágico

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Visité todas las Capillas y en todas hice mi oración, según lo que me sugerían las imágenes y los recuerdos.
Cerca de las dos de la tarde paseé buscando dónde comer. Todos los Restaurantes estaban llenos; por fin, en el Mesón A Charca vi que, al fondo, tenían mesas en una terraza. Esto me animó y allí comí; fue una comida de capricho: pimientos de Padrón, caldo gallego y sardinas asadas
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La Alameda

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Después fui por la Alameda a tomar café y a pasear por los jardines de la Herradura.
Era hermoso disfrutar de esa panorámica de la ciudad, que paso a paso -unos 600.000 pasos-, gané a los pies del Apóstol Santiago. Una y otra vez paseé mi vista sobre tanta historia amalgamada, su configuración y su entorno, hasta los valles de la Mahía y del Ulloa. Quería que esta imagen perdurase en la retina de mis ojos y en lo profundo de mi ser. Bajé al Hostal y me calcé, una vez más, la mochila, pero el bordón y sombrero se quedaron ahí para dar servicio a quien pudiera precisarlos. Por la Rúa Nova, lentamente, caminé hasta la c/ General Pardiñas. De ahí salía el autobús, que me trasladaría al Aeropuerto
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En la acera de enfrente, a la sombra, había un carrito de helados; compré uno de limón. Sentado en la acera lo saboreé. Al poco llegaba el autobús. Una gran nostalgia embargó mi alma. No sabría, a punto fijo, definir su causa. En fin, con el paso del tiempo, el análisis tranquilo de mi hazaña iría descubriendo los frutos que la simiente divina fue depositando en lo profundo de mi ser. El Camino fue el tiempo y el espacio, posiblemente el terreno abonado, para que el divino Sembrador hiciera su trabajo. El avión se retrasó una hora en salir; no me importó nada. Tan sólo pensaba en que mis hijos estarían impacientes. Yo, desde luego, todo lo contrario. Ya, en el avión, recé y, durante el viaje, empecé a sentir ganas de verme en Madrid. No sabía quién o quienes me estarían esperando, pero me urgía el poder abrazarles a todos. Al llegar, todavía tuve que esperar más de veinte minutos hasta que pudimos recoger el equipaje y salir. Todos, estaban todos, hasta Fernando. ¡Qué alegría tan inmensa! A todos quería abrazar y besar y me faltaban brazos, manos y boca para conseguirlo. Me encontraron bastante bien de aspecto; pensaban que vendría delgado y agotado. Marcos me cogió la mochila y dijo que pesaba mucho. Me miraban y yo, como un niño, gozaba y andaba al ritmo del Camino. Me gritaron: ¡pero dónde vas tan deprisa! Yo ni me daba cuenta. En casa, habían preparado la recepción con bebidas, canapés y otras lindezas. Querían que les contara mi aventura.
Hablé y hablé, pero eran tantas las cosas vividas durante el Camino que les prometí poner por escrito el Diario, cuyas notas traía en borrador. Algún día se lo dejaría para que lo leyeran y se animaran
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A partir de ahora ya no es mío, sino de todo el que, sinceramente, desee pasar de lo trivial a lo importante, de lo superficial a lo profundo, de lo rutinario a lo sublime.

– Diario de JUANJO ALONSO ESCALONA, Agosto/ 1997 –

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11 Respuestas a “(31) Etapa trigesimoprimera: ARCA – SANTIAGO DE COMPOSTELA (Camino Francés a Santiago)

  1. ENCUENTRO ESTA PÁGINA QUE (CON SUS IMÁGENES) ME ACLARA TODO AQUELLO QUE ANDA NUBLADO AÚN…

    La Puerta Santa

    La Puerta Santa habla de la peregrinación como penitencia, y aun como penitencia sacramental, por esto es llamada también «Puerta de los Perdones». A este significado responden su humildad, su emplazamiento y su historia. Porque la Puerta Santa no es ninguno de los tres portales principales de la Basílica: ni el occidental, el de la Transfiguración, que hoy decimos «Obradoiro», en el que se repartían las limosnas; ni el del Paraíso, la vieja «puerta Francígena» y de los azabacheros o puerta norte; ni el del Mediodía o de la Pasión, que conocemos por las «Platerías». La Puerta Santa es una de las siete entradas menores, de los portillos («portales… paucos», «portalullis» en el Calixtino), quizá la más oscura y recatada. Por esto habrá sido elegida, para que la entrada de los penitentes no fuese un espectáculo, ni hubiera de cerrarse, en los años no jubilares, uno de los tres accesos máximos del templo. Pero, además, el llegar al interior de la Basílica, a través de la Quintana de Muertos, era símbolo adecuado del tránsito del pecado a la gracia, y ofrecía al romero penitente la puerta más próxima del altar apostólico, como abriendo camino al extraviado. La denominación y el rito de apertura, semejante al que rodea al de la puerta vaticana, serán coetáneos de la Bula “Regis Aeternis” de Alejandro III, que reguló el jubileo, en el Códice Calixtino todavía se la llama “puerta de San Payo”; por mucho tiempo se conoció como “Porta da Quintán” .

    El primer nombre respondía al derecho de la comunidad benedictina del cercano monasterio a penetrar por esta puerta para celebrar los oficios y can tar las horas canónicas. A unque sea muy tardía la actual manera de lla marla , es muy significativo el que, desde la Edad Media, venga designándose “Via Sacra” una de las calles que traen a la Quintana, la que bordea por el Norte el monasterio de San Payo, precisamente, calle que dio nombre al más cercano de los otros portillos o puertas menores de la Catedral.

    En realidad, la Puerta Santa no es esa extraña portalada, amalgama de ele mentos dispersos, que da a la plaza más recoleta y litúrgica de Compostela, sino la puerta interior, abierta en el propio muro, románico y de la obra inicial, de la actual Basílica: un vano con capialzado exterior de medio punto, flanqueado en la girola por dos estatuas sedentes de la escuela del Maestro Mateo, con cartelas alusivas a la «puerta del cielo». Es éste el vano que permanece de ordinario tapiado y que sólo en los años santos se puede franquear. La otra portalada fue consecuencia de las reformas ideadas en el siglo XVII para regularizar la plaza. En 1611, Francisco González de Araujo proyectó un cierre en el cual se utilizasen doseletes y figuras del que hasta entonces había sido «el más lindo coro antiguo de España»: «os vintesete da Porta Santa”, algunas fueron restauradas en el siglo XIX con nuevas cabezas . En 1694, pareciendo insuficiente la decoración, se añadió el segundo cuerpo, con las estatuas de Santiago y sus discípulos Atanasio y Teodoro, obra de Pedro de Campo. Entre portalada, con verja del siglo XVIII, y portillo, un angosto compás: aquí tienen el privilegio de ser sepultados los Abraldes.

    En Diciembre de 2003 se ha sustituido la antigua puerta de madera del portillo por una de bronce, obra del escultor compostelano Suso León, cuyo presupuesto fue de 126.000€, costeada por más de treinta empresas y organizaciones profesionales de la capital gallega. En una de sus caras muestra a Jesús, a Santiago y a los peregrinos más famosos que llegaron a Santiago. En la otra, se sintetizan los seis momentos esenciales de la vida del Apóstol.

    La apertura de la Puerta Santa se celebra el día 31 de diciembre, víspera del primer día del año jubilar; un año después se cierra con parecida solemnidad . El rito de apertura de la puerta santa se remonta al siglo XVI. Desde entonces, cada año santo se lleva a cabo el mismo proceso, un cortejo pontifical semejante al de las procesiones mitradas, pero precedido de todas las cruces parroquiales del giro de la ciudad, tras el rezo del «Veni Creator» ante el altar, sale de la Basílica por las Platerías y se detiene en la Puerta Santa, cerrada a piedra y lodo. Allí ocupa su cátedra el Prelado, y los canónigos se sientan en bancos rojos, en orden coral. (El Arzobispo lleva la pluvial rica del XVII y los canónigos muceta de armiño y capa con cauda.) Un acólito ofrece al oficiante el martillo ritual, de plata, que guarda luego para sí, como recuerdo, el maestro de ceremonias.

    -Aperite mihi portas justítae canta, al dar el primer golpe sobre la puerta, y el coro contesta:

    -Ingressus ín eas confitebor Domino.

    Un golpe más fuerte y un nuevo versículo, entonado en voz más alta. Al tercer golpe, fortísimo

    -Aperite portas, quoniam nobiscum Deus-, cae el débil muro. Canta la capilla el Jubílate Deo, purifican dos presbíteros, revestidos de casullas, las jambas de la puerta, arrodíllase el Prelado en el tranco, reza nuevas oraciones y, por último, enarbolando la cruz arzobispal, pasa los umbrales mientras se canta el «Te Deum»: el año jubilar ha comenzado y miles de peregrinos pasarán por ella para conseguir indulgencia plenaria

    Un año después se cerrará la Puerta Santa: el mismo cortejo. El Prelado bendice e incensa las nuevas piedras, coloca una de ellas sobre el liminar y, mientras se canta el Caelestis urbs Jerusalem, vuelve al templo por las Platerías: el Año Santo ha terminado.

    LA WEB SE LLAMA RINCONES DE SANTIAGO Y ES MUY INTERESANTE:

    http://www.telefonica.net/web2/rinconesdesantiago/Paginas/pagina1_marco_dcho.htm

  2. FRAGMENTO DE IACOBUS DE MATILDE ASENSI

    Un enorme tráfago confuso de hombres de todas las razas y lenguas, y de animales de toda índole, taponaba las calles angos­tas, retorcidas, cenagosas y pestilentes de la ciudad. Para quien, como yo, había viajado por las grandes ciudades del orbe, tanto en Oriente como en Occidente, la población de Santiago, uno de los tres Axis Mundi, constituía el mayor desengaño que pudiera imaginarse. Ni siquiera la impresionante rúa de Casas Reais, flanqueada por ricos palacios y casas solariegas, presentaba me­jor cariz en cuanto a suciedad y hedor que la populachera Vía Francígena, permanentemente abarrotada por una turba vocife­rante de mesoneros, mercaderes, mendigos, rameras, cambistas y vendedores de amuletos y reliquias. Pero cuando ya desesperaba de no hallar nada digno en aquel execrable lugar, ahogando mis arriesgados planes en una ciénaga de vacilaciones provocadas por el ambiente, el carruaje, torciendo por una calleja miserable, en­filó de lleno hacia la deslumbrante basílica del Apóstol, frente a la cual cientos de peregrinos se aglomeraban como una masa gro­tesca y maloliente de carne humana y harapos sucios, bien empujándose unos a otros para atravesar el pórtico, bien besando el suelo largamente deseado, o bien arrodillados en actitud fervo­rosa, con la cabeza inclinada y descubierta, y el bordón (¡compañero de tantos días!) caído en los adoquines y abandonado. Era imposible atravesar aquella muchedumbre con el tronco de caba­lbs, así que dimos media vuelta y buscamos otras rúas por las que llegar hasta nuestro alojamiento, en el palacio de Ramirans.

  3. OTRO FRAGMENTO DE IACOBUS DE MATILDE ASENSI

    Lo cierto es que estuve a punto de arrepentirme, pero hay momentos en la vida en los que intentar retroceder te hace perder pie y caer ruidosamente, así que, a despecho de mi propia y furiosa desesperación, decidí que, a pesar de todo, debía conti­nuar adelante. Me uní al tropel que intentaba llegar hasta el tem­plo para entrar en él por la puerta occidental, por el llamado Pór­tico de la Gloria. Empujado por la marea humana, avance a cie­gas hasta encontrarme, de pronto, frente a un impresionante prodigio de belleza tallada en piedra: presidido por una figura del Salvador de tamaño descomunal, de al menos tres alzadas, y aba­rrotado de personajes del Apocalipsis y de los Evangelios, un tímpano gigantesco coronaba la puerta de entrada a la catedral en cuyo parteluz descubrí, de manera casi instantánea, el símbolo que había guiado mi destino durante los últimos y largos meses… Santiago Apóstol apoyaba sus pies sobre un Árbol de Jesé ¡y sus manos sobre un báculo en forma de Tau!

    Me sentí mareado, aturdido, demasiado cansado para intentar comprender aquellas señales, aquel conjunto de señales que saltaban desde el Pórtico hasta mi con refinada crueldad. Me negué en redondo a poner mi mano sobre el tronco del Árbol de Jesé, como estaban haciendo todos los peregrinos, y tampoco golpeé mí cabeza con la cabeza de piedra de la grotesca efigie que, de es­paldas al pórtico, miraba imperturbable hacia el interior del tem­plo. Me estaba preguntando quién sería aquel duende, cuando oí a unos peregrinos aragoneses explicarse mutuamente que aquella figura achaparrada era la de un tal maestro Mateo, el artífice del pórtico. ¡Qué cosas!, pensé entre divertido y perplejo, la gente hacía, sin saberlo, el gesto de la transmisión del conocimiento con un maestro constructor indiscutiblemente iniciado. Cerré los ojos y me dejé arrastrar de nuevo por la marea. En el interior, ru­tilante de luces y resplandores de oro y piedras preciosas, vi gen­tes llorando por la emoción, gentes arrodilladas, encogidas sobre si mismas, gentes pasmadas, gentes boquiabiertas que no podían dejar de mirar las inconmensurables riquezas que les rodeaban. Gentes, gentes, gentes… Por todas partes gentes venidas de todas partes. Y el apestoso hedor que desprendían aquellos pobres cuerpos se mezclaba con un penetrante olor a incienso que se combinaba, a su vez, con los efluvios de los sahumerios y con el aroma de los millares de flores de los altares (el de San Nicolás, el de la Santa Cruz, el de Santa Fe, el de San Juan Evangelista, el de San Pedro, el de San Andrés, el de San Martín, el de Mª Magdale­na, el del Salvador, el de Santiago…).

    No sé bien cómo llegué hasta el altar del presbiterio, el altar mayor, bajo el cual se encontraban, en un arca de mármol, las su­puestas reliquias del bendito Apóstol Santiago. El tabernáculo era de gran tamaño: tenía cinco palmos de altura, doce de longitud y siete de anchura, y estaba cerrado en su parte delantera por un frontal bellamente trabajado en oro y plata en el que podían verse los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, la figura de Cristo y las de los doce apóstoles. Este altar, bajo el que reposaba, como he dicho, el sepulcro invisible de Santiago, estaba cubierto por un tem­plete cuadrado apoyado sobre cuatro estilizadas columnas y deco­rado por dentro y por fuera con admirables pinturas y dibujos y con diversos adornos. ¿Qué otro lugar mejor podría encontrar para leer el mensaje escondido por Nadie, el espía, en el bolsillo de mi faldellín? Aunque hubiera agitado un paño rojo hasta cansarme los brazos, nadie me hubiera prestado la menor atención. Gracias por tu colaboración, venerable Prisciliano, pensé mirando el se­pulcro. Que por los siglos de los siglos continúes recibiendo la adoración del mundo, aunque sea bajo un nombre falso.

    Si, como parecía, yo estaba dispuesto a negociar, indicaba la nota, Manrique de Mendoza me esperaba, una semana después, en el Fin del Mundo… Me quedé helado. ¡Sólo tenía una semana para acabar con mi vida pasada y llegar hasta el final de la tierra con Sara y con Jonás! Noté que la piel se me erizaba (como cuan­do Sara me mordisqueaba la oreja) y que un sudor frío me reco­rría la espalda. ¡Piensa, Galcerán, piensa!, me repetía incansa­blemente mientras regresaba corriendo al palacio Ramirans por las callejuelas más atestadas y bulliciosas que pude encontrar.

  4. FRAGMENTO DE ‘PEREGRINATIO’ DE MATILDE ASENSI

    ... por Arzúa, de ricos panes, habas, quesos y nueces; por Ponteladrón, Calzada, Ferreiros, Salceda, Rúa, Lavacolla (donde es costumbre baldearse en el río para limpiar la suciedad acumulada durante el Camino) y, en último lugar, por San Marcos, cuyo pico más alto es el Monte do Gozo, desde donde vislumbraréis, por fin, las altas torres de la catedral de San­tiago y los tejados de las casas que se apiñan alrededor de la basílica. Allí, los peregrinos gritan como energúmenos «¡Ultreia, ultreia!» ( Germanismo medieval cuya traducción sería «Adelante». Es el saludo, despedida y grito de ánimo de los peregrinos a lo largo de toda la ruta, pero muy especialmente en el Monte Do Gozo.) antes de lanzarse corriendo colina abajo.
    CRUZANDO LA PORTA FRANCA, ENTRAREIS EN LA MUY NOBLE E ILUSTRE CIUDAD DE COMPOSTELA, CUYAS TORTUOSAS, LODOSAS Y PESTÍFERAS RÚAS ESTÁN ABARROTADAS DE ANIMALES y de gentes venidas de todo el orbe. Santiago será, sin duda, uno de los tres Axis Mundi junto a Roma y Jerusalén, pero el ruido y la suciedad de sus calles más la asemejan al suelo de un mercado que a un poderoso y rico lugar de la cristiandad. No obstante, para descubrir aquello que, en rigor, es esta ciudad, antes siquiera de buscar acomodo dirigios, por la noble rúa de Casas Reais y por la populachera Vía Francígena y la de la Azabachería, hacia la basílica del Apóstol. En la explanada que hay frente a ella veréis a cientos de peregrinos como vosotros, con sus bordones y escarcelas, caídos en el suelo o de rodillas, rezando frente a la catedral. Muchos estarán llorando de puro agotamiento pero también de turbación por hallarse en el lugar tantas veces soñado mientras dormían a la vera del Camino, sobre piedras y con la panza vacía, trémulos por el frío o por el miedo a los bandidos. Algunos lucirán ya sobre las ropas la vieira que les identificará en adelante como auténticos concheiros.
    No podréis llegar a la catedral con los caballos, así que encaminaos hacia la parte posterior de la residencia del arzobispo de Santiago, paredaña a la basílica, y entrad en las caballerizas. Los sirvientes de don Berenguel de Landoira os estarán esperando. Deja que frey Esteváo se encargue de todo, pues es gran amigo del arzobispo, hombre de reconocidas simpatías por la Orden del Temple y que cuenta con varios antiguos freires salomónicos entre los miembros de su séquito y entre sus consejeros. En esta ocasión, Jonás, volverás a alojarte en Compostela con todos los lujos y comodidades, pero no te malacostumbres porque tu peregrinatio todavía no ha terminado.

    De paseo hacia la catedral, tanto si vas solo como si lo haces en compañía de frey Esteváo, no dejes de probar esa bebida caliente y dulzona que los gallegos preparan con manzanas ni de comerte un buen pedazo de empanada de miel. Ambas son de las mejores cosas que he probado en mi vida. Y lleva cuidado con la bolsa de monedas del cinto, pues los robos son el pan nuestro de cada día.

    Una vez que consigas sumarte al tropel de peregrinos que intenta entrar en el templo, aguza los ojos, pues todo lo que veas a partir de ahora va a adquirir un nuevo sentido para ti, muy diferente del que le diste en tu primera visita. Accederás al templo por la puerta occidental, por el llamado Pórtico de la Gloria, en cuyo tímpano se encuentra el impresionante Cristo de no menos de tres alzadas rodeado por innúmeros personajes de los Evangelios y el Apocalipsis. Pero, a pesar de esta embriaguez de imágenes, no dejes de fijarte en el parteluz, donde Santiago Apóstol apoya sus pies en un Árbol de Jesé y sus manos en un báculo con forma de Tau. Sí, en efecto, la misma Tau que señalaba los escondites templarios. No obstante, piensa que todas las Taus del Camino ya estaban allí antes de que llegaran los templarios y que habían sido puestas por los maestros constructores. Reflexiona sobre ello, Jonás. Si los templarios sólo aprovecharon lo que ya había para marcar la ubicación de sus tesoros, ¿qué hacen tantas Taus en la ruta terrestre de la Vía Láctea?

    Es costumbre de los peregrinos poner la mano sobre el tronco del Árbol de Jesé al entrar en la catedral, aunque yo no lo hice por parecerme una tradición desatinada, tanto como la de darse cabezazos contra la pétrea crisma de una figura rechoncha que, de espaldas al pórtico, contempla el interior de la basílica. Supuestamente representa al maestro Mateo, el artífice del Pórtico de la Gloria, y las gentes que golpean su frente contra la de él hacen, sin saberlo, el gesto iniciático de transmisión del Conocimiento racional, tal y como te he explicado en alguna ocasión. Claro que no consiguen nada con ello, pero ya ves cómo nacen ciertas tradiciones populares que parecen no tener mucho sentido.

    En el interior del templo, brillante de luces y destellos del oro y las piedras preciosas, se arrodillan cientos de pobres harapientos. Continuamente se quema incienso para intentar sofocar el hedor humano, pero es inútil y, además, este olor se mezcla con el humo de los cirios y el aroma de las miles de flores apiladas por los fieles en los muchos altares del templo. Las supuestas reliquias del Apóstol Santiago (también llamado Yago, Jacobo, Jacques, Jackob o Iacobus) se encuentran en el presbiterio, bajo el altar mayor, en el interior de un arca de mármol. Sé que el fervor y la piedad religiosa que te rodeará en ese momento te animará a aceptar con simpatía la absurda idea de que frente a ti, realmente, se hallan los restos de Santiago el Mayor, pero no te dejes arrastrar por la ingenua devoción de las gentes, pues ni Santiago estuvo nunca en estas tierras, como se demuestra en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles, ni su cuerpo decapitado regresó a ellas desde Jerusalén en una barca de piedra empujada por el viento, como afirma la leyenda sostenida por la Iglesia.

    Utiliza el cerebro, Jonás. Hay evidencias que no necesitan más indagación. Sin embargo, la verdad no le quita valor a la sencilla religiosidad de las gentes. Acepta con benevolencia la fe de los que tienes a tu alrededor y respeta las creencias ajenas por muy absurdas que te parezcan. Y ahora, deja que te cuente una historia que ha sobrevivido con dificultades al paso de los siglos, pues han sido muchos los empeñados en suprimirla.

    En el siglo cuarto de nuestra era, un episcopus de la Gallaecia llamado Prisciliano, discípulo del anacoreta egipcio Marcos de Memphis, instauró en estas tierras una doctrina cristiana que la Santa Iglesia reprobó prestamente por herética. Pese a ello, el número de sus seguidores, entre los que había numerosos sacerdotes y prelados, creció de tal manera que Roma empezó a preocuparse en serio. Pronto la bella herejía de Prisciliano, basada en la igualdad, la libertad y el respeto, así como en los antiguos conocimientos y ritos, se expandió por toda la península e, incluso, más allá de los Pirineos. El ingenuo episcopus, preocupado por la enconada oposición eclesiástica, decidió ir a Roma para pedir comprensión al Papa Dámaso pero, en cuanto llegó, fue capturado, torturado y degollado sin que mediara juicio ni piedad. A duras penas sus seguidores consiguieron recuperar el cuerpo decapitado (en esto coincide la historia con la leyenda del Apóstol) para traerlo de regreso a Galicia.

    Como suele ocurrir en estos casos, el martirio del cabecilla sólo sirvió para avivar aún más el fuego de su doctrina, de manera que su sepulcro, el lugar donde fueron enterrados sus restos, se convirtió en sagrado y pronto empezó a recibir miles y miles de peregrinos venidos de todas partes del orbe siguiendo el camino marcado en el cielo por la Vía Láctea. Ni los siglos ni los grandes esfuerzos realizados por la Iglesia consiguieron acabar con esta costumbre herética, así que, cuando se produjo la invasión árabe de la península en el siglo octavo y la confusión, la muerte y la desolación hicieron que las gentes dejaran a un lado las peregrinaciones para ocuparse de cosas más inmediatas como sobrevivir, misteriosamente la tumba de Prisciliano se transformó en la tumba del Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan Evangelista, que como tal renació para ayudar a los cristianos en la Reconquista, apareciéndose en las batallas y pasando a ser Santiago Matamoros.

    Quedaos en Compostela los días que os plazca, siempre y cuando no abuséis de la hospitalidad del arzobispo.

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  6. GUIADOS AL ENTRAR EN SANTIAGO DE COMPOSTELA POR UN SANTIAGUÉS

    ‘LA FLECHA AMARILLA’ (1998)
    SUSO DE TORO

    El Camino entra en tierras de Santiago de un modo muy contradictorio: lo buscado es inminente y la presencia intuida ilumina cegadoramente estos últimos kilómetros, sin embargo, el recorrido, aunque tiene algunos tramos hermosos, es una travesía por los lugares más brutales, más sin aura y más característicos de la contemporaneidad. Primero se cruza un nudo de tráfico y una autovía en el borde del mismo aeropuerto de Lavacolla, más adelante están las instalaciones de TVE en Galicia y TVG, y un cámping-whisquería. El día es nublado y la mañana es fresca y buena para caminar. Ha reaparecido fugazmente la flecha amarilla, seguimos por una pista bordeada por chalets que adornan sus rejas con la vieira. Dos perros miran pasar en silencio a los peregrinos.

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    MONTE DE LA DECEPCIÓN
    Nos acercamos al monte do Gozo y nos recibe una señalización triunfalista y enorme, adecuada para los coches en una autopista obscena para la humildad del peregrino. Coexisten las flechas amarillas pintadas con los ostentosos paneles. Caminamos por un rueiro de casas y llegamos adonde estuvo siempre la antigua capilla de San Marcos, una capilla emblemática desde donde los peregrinos divisaban las torres de la catedral. Hoy la capilla está anulada por un cercano adefesio gigantesco que conmemora la visita del papa Juan Pablo II, que concentró allí a muchísimos jóvenes de toda Europa en el año 93. De todos modos ya no se puede ver la ciudad porque en la finca justo detrás de la capilla se levantan unos altos eucaliptus y detrás de ellos un chalet.

    Seguimos ahondando en la decepción, más adelante está el inmenso complejo hostelero construido en este monte que fue tan significativo, una parte de él está destinado a albergue, tras setos y alambre, al fondo de la cuesta está la puerta, una gran explanada de asfalto, no vemos adónde nos dirigimos. Un letrero en medio de la explanada nos indica que debemos subir por unas escaleras toda la cuesta que acabamos de bajar; el peregrino debe subir ahora con la mochila hacia lo alto, donde está la recepción del albergue. No cabe duda de lo que piensan de los peregrinos la gente que lleva este albergue. No cabe duda que los peregrinos no son rentables, estorban.
    No hay nadie en la oficina; sobre la mesa está el sello del albergue. En el tablón nuevos recados de unos peregrinos a otros, un recorte de un hombre que dice ser un judío superviviente de Auschwitz que ha caminado 600.000 kilómetros.
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    Llegan tres chicas de León a sellar, una se queja de alguien que ya no es un crío y que siempre se está quejando. El joven aludido está sentado en un banco allá abajo en el comienzo de la cuesta. La superioridad de las mujeres es tan rotunda que puede resultarnos humillante.
    Dejo el empleado ofendido por el desprecio hacia los peregrinos, me siento algo compensado por la gente que atiende allí la oficina de una asociación de productores de miel gallega, que me obsequia un tarro. Nada como la miel, destilado de poder que circula por las arterias y llega a los músculos de las piernas. El pobre joven incapaz de subir la cuesta sólo precisaba la miel.

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    ENTRADA DESCORAZONADORA
    En adelante es una dura prueba más a la que se sobrepone la ilusión del peregrino, caminar a través del estruendo de la bestia, el tráfico intenso y hostil. Pasamos delante del Palacio de Exposiciones y Congresos, de un hotel nuevo, muestras del nuevo Santiago en que se ha transformado la Ciudad antigua repentinamente en los últimos años. Pero ya no hay flechas amarillas ni tampoco algún tipo de señalización institucional, el peregrino está descorazonado y simplemente le queda seguir como un carnero obstinado hacia adelante.
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    Llegamos al cruce del antiguo barrio de Concheiros, donde les vendían conchas a los peregrinos, que hoy es un río de coches que no sabe bien por donde vadear. Al final cruzamos y sigue sin haber ninguna indicación del Camino, tenemos que apelar a una guía, a preguntar a un vecino, en mi caso yo soy el vecino y me digo que el Camino sigue por la rúa de San Pedro.

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    ACOGIDA DE LA CIUDAD
    Este tramo que hemos pasado era la última prueba, en adelante bajando por la rúa de San Pedro la vieja ciudad nos va acogiendo dentro, y empezamos a experimentar una consolación y una gran melancolía.

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    Estamos en la antigua ciudad, un dibujo laberíntico de piedra que protege un secreto. La ciudad que nació por designio de una estrella.
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    Una joven de frente con una camiseta que anuncia la Expo 98 y camina con orejeras de walkman encarna lo contrario de lo que es peregrinar: ella representa en estos momentos una zombi que gusta de errar por espacios inexistentes. Llegamos al cruce de la Porta do Camiño y accedemos a lo que era la ciudad antigua tras los muros.
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    Ascendemos por Casas Reais, a nuestra derecha está la iglesia de las Ánimas, una devoción muy extendida en el país. La iglesia está cerrada, en la fachada las imágenes de gente en llamas con mirada eternamente suplicante al cielo. La plaza de Cervantes, donde estuvo el antiguo barrio judío, y bajamos por la cuesta de la Acibechería, donde trabajaba el gremio de acibecheiros, orfebres que trabajaban el azabache, carbón durísimo al que se atribuían poderes benéficos, en que tallaban pequeñas imágenes jacobeas.

    El peregrino entra en la catedral no por la entrada triunfante e impresionante de la plaza del Obradoiro, ni siquiera por la hermosa de las Platerías, el otro gremio tradicional de orfebres, sino por la de San Martín Pinario, que comparada con la otras parece casi una sombría puerta trasera.

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    MORIR Y RENACER
    Por ese lado, buscando bien un ángulo, aún podemos ver sobre los tejados del templo la Cruz dos Farrapos, una cruz germana de hierro donde se colgaban los viejos harapos de los peregrinos y se quemaban, un rito de ese final del Camino iniciático; se extinguía la vieja salida y se renacía a una nueva con ropas nuevas.

    Cuando es Año Santo en cambio se entra por la Quintana, la plaza tiene dos partes, de vivos y de muertos, ya que una parte fue cementerio. En un lado de la catedral en esta plaza está la Puerta Santa clausurada con un muro de ladrillos que es abierto a golpes de pico y martillo simbólico y duro al comienzo de cada Año Santo, cuando el 25 de julio cae en domingo.

    Traspasar el umbral de esta puerta es parte del ritual de absolución de los pecados por la Indulgencia Plenaria. Pero sobre todo es el mejor símbolo de morir a una vida y renacer a otra nueva. Los peregrinos, como Lázaro, son renacidos.

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    EL PODER DE LA MUERTE
    No es coincidencia que en el final de este Camino iniciático, de muerte y resurrección, esté el sepulcro de un santo muy taumatúrgico. Un santo que a veces mata y a veces da la vida. Son frecuentes los milagros atribuidos tanto de resurrecciones como de muertes. Es un santo fuerte y terrible el de este sepulcro.
    El poder de un sepulcro, la llamada de la ceniza. Peregrinar para llegar al final, la tumba, la ceniza. Y ese final es el que permite renacer a una vida nueva. La esperanza puesta en el polvo de los muertos. De eso trata el argumento de la peregrinación a Santiago. De que hay muerte y de que hay esperanza.
    Por eso el Camino de Santiago es una propuesta al nihilismo de nuestro tiempo que nos dice que esto es lo que hay, y consume y calla, que no hay sentido ni trascendencia. Que nos dice que sólo hay presente, un presente agotador, que no hay ayer ni hay mañana, que no hay futuro.
    El Camino es un viaje de vuelta al origen, y en el origen están los muertos que han vivido antes; está la muerte fecundadora de la vida. El Camino es para los cristianos una nueva oportunidad y también una prueba en vida de que existe la vida eterna. Y el Camino es para todo el que lo haga un vía de religación con el mundo, con la vida, y la comprensión de que somos parte del mundo. El aceptamiento de la vida plena, terrible y maravillosa; y de la muerte como parte de la vida.

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    EL PEREGRINO SE PRESENTA
    La cuesta de Acibechería conduce hacia abajo a la plaza del Obradoiro por el gran arco del palacio de Gelmírez; bajo el arco toca un gaiteiro que acoge a su resonancia, toca impetuoso y elegante. El gaiteiro resultó ser gaiteira, una feminización gozosa la de esta figura que encarnó la virilidad del gallo; hoy el gallo del corral es una gallina.
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    La plaza del Obradoiro nos hace naufragar, nadie como el peregrino sabe lo altas que son las torres de la catedral de Santiago. Nadie está tan a ras del suelo, en el centro de la plaza.
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    Nos acercamos al hostal de los Reyes Católicos, lo que fue albergue y hospital de peregrinos es hoy un hotel de lujo. Conserva el compromiso de dar desayuno, comida y cena a los diez primeros peregrinos que lleguen cada día si lo reclaman.
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    Damos la vuelta a la catedral, cerca de la entrada de Platerías, está la oficina del Peregrino, en el portal un impresionante montón de cayados que la mayoría dejan allí al llegar. Esos bordones, y los pies, han golpeado en la tierra mucho tiempo para despertarla y obtener de ella algo que faltaba al caminante; la tierra ya se lo habrá dado y ahora esos palos son mágicos y cargados de aura. ¿A dónde irán? Mejor que ardan en la noche de San Juan y se eleven en humo y se esparzan en ceniza.
    En el primer piso sentados, o en pie agotados hacen fila para mostrar su credencial sellada a lo largo del Camino y obtener la Compostela, el documento que acredita haber hecho la peregrinación, entera o en parte. Un hombre y una mujer detrás de una mesa tienen tiempo aún de entregar algún plano de la ciudad, de dar indicaciones para alojamiento. De una habitación contigua sale el canónigo encargado de la peregrinación, va a oficiar la misma a las doce para los peregrinos. En ella nombrará el número de peregrinos que han llegado ayer y sus procedencias.

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    LOS PASOS DEL SONÁMBULO
    Los peregrinos están ahora como sonámbulos y desorientados: han llegado. Y sin embargo, estando alegres están melancólicos. Están débiles, abandonados de deseos casi, esponjados por la debilidad del esfuerzo realizado, reducidos casi a espíritu, espíritus debilitados. Y están también tristes porque el Camino se ha acabado: han llegado. Hacia adelante no hay más y tendrán que salir del Camino: han llegado. Y lamentan haber llegado, no quieren salir del Camino. Esa es la verdad, el peregrino no quiere abandonar el Camino, no quiere dejar de ser peregrino y volver a aquella vida que ha dejado.
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    Pero volverá, tocado, transformado de un modo que no sabrá trasladar a palabras. Cuando le pregunten qué tal le ha ido no sabrá explicarlo, dirá vaguedades que traducen algo extraño de fondo, nada concreto. Quizá repita, quizá vuelva al Camino. En cualquier caso ya estará siempre dentro, porque ha sido tragado por el Camino, el dragón de estómago vertiginoso que también nos ha tragado a los que queriendo mantenernos al margen, haciendo un trabajo y viajando en coche casi siempre hemos llegado aquí por el Camino. Nos ha atrapado, nos ha hecho suyos. Y sabemos que estamos dentro porque tampoco queremos salir, no queremos volver a ser nosotros, aquellos que fuimos.

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    BENDICIÓN
    Bajo la hermosísima estatua del Rey David en Platerías un niño orina. Dentro del templo los peregrinos aguardan sentados a que comience la misa, es su misma. Tienen cara plácida y serena, sentados en silencio, países y razas más diversas. Botas sucias, mochilas arrimadas a los bancos, a las columnas. En la misa unos permanecerán sentados mientras otros se ponen de pie, otros estarán de pie mientras otros se arrodillan; son gentes casi todas de cultura cristiana aunque de diversas confesiones, muchos no practican ni conservan ya la fe de sus mayores. Pero están aquí en la misa que se han ganado y esperan recibir la bendición al final del Camino.
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    La misa avanza, el canónigo tiene que interrumpirla para llamar la atención a los turistas que arman barullo al fondo en el Pórtico de la Gloria haciendo cola para los ritos paganos turísticos. Allí en la penumbra del Pórtico, la figura sedente de gran tamaño del Apóstol ocupa el lugar central, en Majestad, reservado tradicionalmente a Cristo o al Padre.
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    Los peregrinos rezan el padrenuestro al mismo tiempo pero en idiomas diversos. En un momento dado el cura llama a tres peregrinos a que ofrezcan su peregrinación en nombre de los demás, habla un alemán, una joven de Barcelona que hemos conocido en el Camino y un joven brasileño que nos cruzamos a la salida de Villafranca del Bierzo. Nos había dicho que peregrinaba por razones culturales y espirituales, pero hoy aquí ha ofrecido su peregrinación a su hermano Daniel muerto un año antes. El peregrino suele traer equipaje oculto. Un peregrino se aleja cojeando con su muleta luego de recibir la comunión.
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    El canónigo reclama la intermediación del Apóstol para derramar la bendición divina sobre ”vuestra peregrinación, vuestras intenciones, vuestras oraciones, vuestras vidas, vuestras familias, vuestras ciudades”, y desea finalmente un feliz retorno a casa.
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    Los peregrinos se buscan para abrazarse y despedirse. Ayer han llegado algunos que se han conocido en el Camino, mañana y pasado llegarán otros que se han rezagado, quizá vuelvan algunos de los de hoy hasta aquí para encontrarlos. Pero el Camino se ha acabado y no se puede dejar de encarar que ahí fuera y delante espera la vida en el mundo.

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    EL DEL SEPULCRO
    Antes de salir de la catedral la mayor parte se mezclará entre los turistas para dar un abrazo a la figura del Apóstol y visitar la tumba bajo el altar mayor.
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    ¿Que quién está enterrado ahí? Pues el Apóstol, claro. ¿Quién es el Apóstol? Un decapitado, como Prisciliano, aquel cristiano condenado por hereje maniqueo por la propia iglesia romana y muy venerado en estas tierras; un decapitado, como el hijo del Zebedeo, hermano de Cristo, el Hijo del Trueno, muerto en Palestina. Traídos por sus discípulos ambos, según cuentan, uno desde Tréveris y otro desde Palestina. El Apóstol, el que sea, el que es, está ahí con su lección de esperanza para todos. Al final del Juego de la Oca. Para quien haya andado el Camino: para quien haya vivido en un sueño una vida entera y plena, vívida, en la frontera de la vida y la muerte.

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